EXILADOS
EXILADOS Y "RETORNADOS"
Roberto Santana
En Francia se realizaron algunas tesis universitarias sobre los exilados chilenos, las dificultades de todo tipo que encontraron en los primeros años y la integración muy gradual de la mayor parte en la sociedad francesa, pero hasta donde yo sé, sobre el “retorno” de una parte de ellos al país de origen no hay mas que una tesis sostenida en noviembre de 2002 en la Universidad de Toulouse-Le Mirail. Yo fui invitado a participar como miembro del Jurado, el autor de la tesis era un estudiante vinculado con la solidaridad hacia las victimas de la dictadura en Chile. La sala estaba plena y el público mayormente constituido de miembros de las organizaciones de la solidaridad que jugaron un rol importante en acoger y ayudar a los exilados.
Me tocó intervenir al final, después de haber escuchado los comentarios, grosso modo, muy favorables de cuatro de los seis miembros del jurado, incluidos dos profesores viniendo de otras universidades, y de golpe me encontré en una situación bien complicada porque, contrariamente a mis colegas, mi lectura del manuscrito me dejó muy insatisfecho y mi impresión era que, con buena voluntad, la tesis pasaba apenas la aprobación. Me dije que de todas maneras yo tenia que hacer mi trabajo honorablemente y extenderme sobre lo que pensaba de la tesis en discusión. Comencé por decir que el manuscrito, en una impresión de conjunto, me planteaba la cuestión de su verdadero estatuto: si se trataba de un estudio científico, de un gran reportaje o de algo por el estilo. La ambigüedad era crucial a mi juicio y dije que yo iba a tratar de demostrar que el autor, para superarla y darle calidad a su estudio, habría tenido que seguir otro camino, plantearse desde el comienzo el sentido de sus intenciones, poner en juego algunos conceptos que no podían ser eludidos, como era el caso, y definir un punto de vista disciplinario central para bordar el tema.
El exilado chileno que interesaba al historiador era ante todo un sujeto político y por lo mismo debía ser abordado en consecuencia. Si había un hilo conductor para la investigación me parecía evidente que debía ser dado por la ciencia política. El autor de la tesis parecía estar de acuerdo con mi punto de vista: “Se trata de realizar una historia de la izquierda chilena a la cual pertenecen los exilados con el objetivo de hacer resaltar los caracteres ideológicos y sociológicos de esta diáspora”. A partir de allí la cuestión era de saber si el autor se había dado verdaderamente todos los medios como para pretender una reescritura de la historia a partir de los exilados. Dije que a mi juicio la historia conocida en Francia de la Unidad Popular (yo diría “oficial”) tenia necesidad de ser reescrita muchas veces todavía. A la critica de otros miembros del jurado a propósito de la muestra utilizada por el estudio, yo agregué que el gran universo de los exilados chilenos en Francia había escapado al autor y que eso tenia consecuencias decisivas sobre la interpretación. Asi, el autor había decidido acompañar a Chile, exilados de su gusto, en una línea muy subjetiva.
Todo sucedía en la tesis como un proceso de adaptación de los sujetos de la encuesta a una historia supuestamente conocida de antemano. La opción metodológica elegida parecía determinar con mucho una aproximación al sujeto bastante mecánica: “las otras fuentes, es decir las habituales de la historia de la izquierda chilena, y las diferentes etapas de nuestra investigación sirven de referencias a partir de las cuales los resultados de las encuestas sobre el terreno son verificados y la problemática confirmada”. Nada fuera de lo normal que en tales condiciones el investigador posicione su marco y el sujeto confirme o viceversa.
Todo se desarrolla entonces como si se tratara de negociar el acuerdo entre la opinión de los sujetos bajo estudio y la macro historia del gobierno de la Unidad Popular escrita de una vez para siempre. Actitud que plantea el importante problema de la distanciación del investigador vis- à- vis del discurso de los actores o de la representación que los aparatos políticos se hacen de ellos mismos y de sus acciones. Sin esta toma de distancia es imposible que surja un nuevo saber histórico. Una primera interrogación que el autor habría podido hacerse era simplemente ésta: ¿La izquierda chilena de 1973 estaba formada por qué tipos de militantes? Se sabe que en la izquierda chilena de 1973 dominaban los reformista pero había también rebeldes y revolucionarios, había comunistas, socialistas, miristas y social demócratas, asi como antiguos militantes, recién venidos y también infiltrados. En efecto, una gran diversidad, que seguramente es una de las claves explicativas de esta “experiencia caótica”, como el autor la califica en algún momento pero sin plantearse ninguna interrogación.
Esta gestión particular de la investigación me conduce a un comentario sobre la cuestión del aparataje conceptual indispensable a toda investigación. Todo el curso del estudio va a depender necesariamente de la puesta en acción de un dispositivo conceptual. En esta tesis todo se limita a poca cosa: una rápida alusión a los limites impuestos por la inmediatidad al historiador y luego a una definición de la condición de exilado en el sentido jurídico (con la ayuda de Larousse y otros diccionarios). Sin embargo, hay ciertos conceptos que, para el tema tratado, habrían podido ser de gran valor operatorio y de enriquecimiento en la interpretación de los datos empíricos : el concepto de identidad política, de socialización política y de temporalidad.
Si se parte a la búsqueda de un denominador común a los exilados entrevistados, en Francia y en Chile, yo creo que el autor estará de acuerdo conmigo en que la mejor definición que se puede dar a este conjunto de entrevistados es el de portar una identidad de victima. Victima en primer termino de la dictadura militar, de las condiciones difíciles de la integración en Francia, victimas de los gobiernos de la Concertación por la Democracia y en fin, victimas de la nueva sociedad chilena….La identidad política de los exilados es entonces el centro de la problemática del exilio y del retorno, de las posibilidades de integración en país extranjero, de las posibilidades de readaptación en Chile, en fin, dre la capacidad de cada individuo a dotarse de estrategias de recambio.
Esta noción de identidad política era esencial para los temas tratados en los capítulos mas importantes del manuscrito en relación con los retornados que hemos leído. Pero ella no hace parte de los instrumentos de análisis en la construcción del objeto de investigación.
Y sin embargo, muchas cuestiones deberían haberse planteado. ¿ Cómo se opera el paso de una identidad de revolucionario o reformista a una identidad de victima?, ¿Cómo es posible que el exilio sea vivido integralmente como pérdida, como drama, como desgarramiento y no como una posibilidad de reconstrucción personal y familiar y no como un puente permitiendo de avanzar sobre nuevos caminos ( de tener el “espíritu abierto hacia nuevos horizontes” como lo sugería Víctor Hugo). Era necesario entonces, a mi juicio, interrogarse sobre lo que cada exilado-victima escondía, era indispensable poner en acción nociones y métodos permitiendo descifrar el discurso de esos exilados. ¿Cómo interpretar por ejemplo la opinión de ese exilado que dice “No éramos mas que una parte de nosotros mismos, de lo que constituía el conjunto de nuestra identidad individual y profesional”? ¿Cuál es la verdadera significación de este texto? El autor no nos da ninguna luz y no sabemos nada.
La investigación habría enormemente ganado aplicando un cuestionario a los exilados permitiendo la construcción de una tipología de vidas políticas. Era necesario preguntarse por las motivaciones del revolucionario o del reformista militante: mas allá de la motivación ciudadana ¿ Buscaba satisfacciones personales?, ¿Se interesaba con prioridad al bien común, a la situación del pueblo? ¿ Qué grado de desinterés personal y de sacrificio ponía él en la batalla política? ¿Cuál había sido su recorrido de militante? ¿Cuál su implicación en la practica política? ¿Qué responsabilidades en el gobierno de la UP?...
Sabiendo que la identidad es un recurso movilizable con fines individuales y colectivos, el investigador habría podido preguntarse hasta qué punto la condición de exilado-victima no servia, en numerosos casos, a esconder una necesidad de justificación (no expresada por cierto), a ocultar debilidades personales, a esconder la inercia a hacer algunos esfuerzos fuera de lo común, o obedecían a déficits de formación para una vida económica activa, o, ¿porqué no decirlo? algunas veces servia de coartada para continuar beneficiándose de las ayudas de una solidaridad bien intencionada y subvenciones de la sociedad receptora.
Pasemos a la socialización política, tema ausente de la tesis. Sin embargo, es una clave interpretativa determinante de ese deslizamiento individual de una identidad de exilado político a la otra de exilado-victima. La formación política de antes del golpe de Estado se fundaba, por una parte, sobre la ideologización de masas y sobre la doctrina de la luchas de clases, favoreciendo un desequilibrio peligroso entre el espacio privado (del individuo) y el espacio publico (lugar de la política), es decir entre el trabajo sobre si mismo, sobre la construcción y enriquecimiento de la personalidad (subjetividad) y, por otra, en la realización personal por el exterior, por el colectivo, por la lucha contra el enemigo de clase. La realización personal para la mayor parte de los militantes chilenos pasaba exclusivamente, o ante todo, por la política, por el colectivo del partido (principalmente por la célula partidaria) y por el sindicato.
Desaparecido este espacio de realización personal y obligado a funcionar en un contexto extranjero, con todas las dificultades inherentes, el exilado chileno se imagina que el espacio publico perdido (o muerto…) va a volverse a encontrar en muy poco tiempo, en algunos meses. La ilusión toma el lugar de la racionalidad y del análisis político. El exilio va a ser vivido como un simple paréntesis antes del retorno deseado, y en consecuencia el exiliado va a instalarse en la ilusión y en la creencia (la ideologización política hace que el militante cree, en vez de analizar). Pero como el retorno no llega, y mas aun no es posible ni en el corto ni en el mediano plazo, la identidad de victima comienza a hacer su camino, a ser asumida por los mas frágiles o los mas oportunistas, porque era necesario a sus ojos justificarse… Para algunos esta nueva identidad será durable y en vez de reaccionar positivamente prefieren instalarse en el drama y en la espera…esperar, esperar…
La ayuda de la solidaridad, los múltiples stages de formación, el comienzo de un empleo temporal, etc. no serán suficientes para asegurar su estabilidad. Es significativo que después de varios anos pasados en el exilio, del 40 al 42% de los “retornados” a Chile no tengan ninguna calificación profesional permitiéndoles de insertarse fácilmente en la sociedad chilena, no porque no haya trabajo. El exilio no sirvió para nada…
El exiliado-victima, cuando retorna al país, por fin!, no entiende lo que allí ha pasado y se refugia en el pasado y en la denuncia del presente. Por lo mismo es sorprendente, y yo diría inaceptable, la vocación que el autor de la tesis atribuye a los retornados: “actualmente, los únicos actores de un cambio efectivo de las estructuras del país son los individuos que han luchado en el exilio contra la opresión en Chile”. Sin embargo, los testimonios de los retornados sujetos de la tesis muestran una real dificultad a aprehender de otra manera que por la sensibilidad a flor de piel, la nueva realidad del país.
Otra debilidad de la tesis: el impasse sobre la temporalidad. Hay dos aspectos en esta problemática: el tiempo del exilado y el tiempo del historiador. Para vuestros exilados, todos los testimonios lo prueban, el reloj se detuvo en 1973. Ellos se escabullen de la temporalidad guardando inmutable un discurso sobre la realidad chilena que era grosso modo operatorio en los tiempos de la Unidad Popular pero que no lo era mas a fines del decenio. Ellos no se interrogan por el pasado, no se ponen absolutamente en cuestión a nivel personal, ellos no se interrogan sobre el rol que personalmente jugaron en los acontecimientos de los años 70. De manera que con desfazaje de 10, 15 o mas años, el actor político exilado y retornado cuenta la historia como aquél que mira una fotografía y la describe, sin cuestionar para nada ese pasado perdido. Mas grave, con la misma trama de análisis, que ha perdido toda pertinencia, él se ataca a la historia mas reciente de la transición democrática y hace criticas acerbas de la nueva sociedad chilena, que radicalmente rechaza.
Ahora, excepción hecha de asumir el riego de abolir él mismo la temporalidad, el historiador estaba obligado de desmarcarse del sistema de referencia de los sujetos, congelado en el pasado, tanto mas que su responsabilidad consiste en interpretar el contexto social y político en el cual los retornados van a recomenzar su vida. Insistimos en que este marco de referencia está desfasado de 25-30 años de los acontecimientos de 1973. Lo grave es que el historiador, autor del manuscrito, no solamente no toma precauciones y, por el contrario, acompaña y reconforta esta visión desfasada cronológicamente que portan los exilados retornados.
Asi, las consecuencias practicas y políticas de la adopción de la identidad de exilado-victima no aparecen evidentes para el historiador. Por lo tanto no encuentra nada anormal en esa capacidad del retornado a culpabilizar siempre a los otros y sobre todo a jamás ponerse en tela de juicio. Ese tipo de exilado no hará jamás el duelo y es probable que porte para siempre la identidad de victima, cualesquiera que sea el lugar donde resida y cualesquiera sea el contexto…
Por otra parte, ¿Cuál es la posición del historiador vis-à-vis de la temporalidad? Su voluntad de acompañar al exilado en su desfazaje temporal, hasta llegar mismo al umbral de una identificación con él, significaba una toma de posición que ponía en juego la esencia misma del oficio de historiador. En nuestro caso, la línea de conducta del investigador se colora mayormente de una voluntad de obrar en el sentido que haya reparación o compensación de los daños provocados por el drama de 1973. Posición muy humanitaria de hacer justicia a las victimas pero que se aleja del oficio de historiador. Haciendo asi, no es tanto el conocimiento de la historia, la posibilidad de su reescritura que interesa al autor. El no busca descubrir un sentido en ese pasado, sino obrar por un rendimiento de cuentas. Yo prefiero dejar a los historiadores la tarea de debatir sobre el status que la historiografía puede acordar a esta línea de trabajo.
Yo agregaré simplemente que demandando al infinito rendimiento de cuentas al pasado, como lo hacen la mayor parte de los exilados (y pienso que están en su derecho) se sacrifica el presente, se le desestima, y el individuo se niega a participar en la construcción de un futuro. Paul Ricoeur, filosofo cristiano muy conocido, decía a este propósito, poniendo en guardia a los unos y a los otros, que “Es igualmente malo el exceso de memoria que el exceso de olvido”. Lo dicho está en el centro del análisis que hacen los exilados de la política de los gobiernos de la Concertación Democrática.
Según los exilados-retornados, sobre un buen numero de reivindicaciones habría sido necesario, desde el primer momento, avances y soluciones al 100% : sobre la justicia para los desaparecidos, sobre las desigualdades sociales, sobre el reconocimiento y acogida de los “retornados”. Sin comentarios, el autor de la tesis adopta las posiciones irreductibles de CODEPU y otras organizaciones de solidaridad y le da su aval “científico”. Ese 100% desde el comienzo de la reconstrucción de un sistema democrático, era imposible como debe pensarlo cualquiera con un mínimo conocimiento de las complejidades de la historia y del funcionamiento de la sociedad política. Era una utopía! Yo no puedo evitar de pensar en ese slogan pintado sobre los muros de Paris en mayo del 68: “Nous voulons tout, tout de suite” = Queremos todo, inmediatamente. Utopía del mismo género! Asi, en la posición del “Todo o nada” la transición democrática no podía ser aceptada por esos exilados puesto que se trataba de comprender una dinámica social y política y no un proceso desprovisto de temporalidad. En cuanto a los medios desplegados para la acogida de los “retornados”, yo pienso que nunca un gobierno latinoamericano ha hecho un esfuerzo tan importante como lo ha hecho la Concertación Democrática.
Mis comentarios no pueden terminarse sin citar una frase del autor: “Paradójicamente, la transición democrática en su búsqueda de verdad ha aumentado el escepticismo, la anomia, la frustración y la desesperanza”. Cuadro negro pintado por el autor, atribuible según él a una gestión demasiado complaciente de la transición. Sin embargo, yo frecuento en estos años muy regularmente el país, yo hago investigaciones locales y regionales, me desplazo geográficamente y la frustración y la desesperanza no me parecen ser los atributos sobresalientes de la sociedad chilena de hoy. Chile es un país que se porta bien en un continente que va mal. La anomia política, la desconfianza a propósito de los políticos, el abandono relativo del espacio público, sobre todo de parte de la juventud, me parecen, por el contrario, hechos bien reales (que evolucionan lentamente), pero la discusión de esta problemática nos lleva a otra problemática, a la subestimación de la cultura humanista y a la esencia misma de la democracia liberal ligada al desarrollo de la economía moderna y al desarrollo del consumerismo, del individualismo y del contenido alienante de la comunicación moderna. Aquí entramos en otra historia, la de una vieja problemática de la cual hablaron hace mucho tiempo Tocqueville, Ostrogorski, Chateaubriand y muchos otros, problemática que tiene muy poco que ver con las identidades de izquierda o de derecha.