MEXICO: ENTRE FRESAS Y COCA-COLA
MEXICO: FRESAS Y COCA- COLA
A continuación va una pequeña historia de las muchas que guardo en la memoria de ese país maravilloso que es México, que puede alinearse sobre el rubro “avatares culturales en la investigación” de terreno.
Cuando comenzamos una serie de encuestas rurales en el Estado de Michoacán, habían tres productos en la región que estaban en plena expansión: la fresa de exportación hacia Estados Unidos, el aguacate de exportación hacia Europa y el cerdo para el mercado nacional. Se daba el caso que en el Estado de Michoacán se encontraban representados los tres rubros señalados y en cuanto a la exportación de fresa Zamora tenia el rol principal en todo México.
Por lo mismo, una primera toma de contacto con la realidad rural michoacana en Zamora, no podía eludir algunas encuestas rápidas a los creadores del "boom" de la fresa y por eso, acompañado de otro colega del GRAL, llegué un día a entrevistar un productor acomodado (de medio a grande) que trabajaba para la exportación, tenia una poderosa empresa familiar, donde él mismo y sus cuatro hijos mayores se encargaban de todas las actividades ligadas a la producción de la fruta. El jefe de la explotación nos acogió amablemente en medio de un verdadero jardín de fresas y se mostró amablemente dispuesto a responder a nuestras preguntas interesándose a su vez en lo que nosotros hacíamos; nos preguntó sobre la Francia y luego intercambiamos puntos de vista sobre diversos temas. Simpatizó con nosotros y también les caímos bien a los hijos que asistían a la entrevista. Antes de despedirnos, nuestro interlocutor insistió en que debíamos volver a encontrarnos, pero esta vez en su casa, invitados por él para conocer a su esposa, almorzar juntos y poder continuar la conversación. Insistió a tal punto que aceptamos de buen grado para dos días mas tarde.
Teníamos que llegar a la invitación con algún presente. Imaginamos que el menú iba a ser variado y suculento y nada mejor en esa perspectiva que llegar con unas botellas de vino tinto para acompañar los tacos, la enchilada, el cabrito asado o el yo no sé qué …No fue fácil encontrar vino francés, pero logramos hacernos de dos botellas de Beaujolais, hallazgo suficiente como para estimular nuestro deseo de saborear un buen almuerzo a la michoacana. Las cosas no iban a pasar sin embargo como lo habíamos imaginado. Nuestro anfitrión, encantado con el vino francés, decidió abrir las dos botellas inmediatamente para ser servidas como aperitivo y a medida que la primera botella iba vaciándose me fue invadiendo la angustia de tener que afrontar apenas con unas gotas de vino el suculento almuerzo que iba a venir. Cuando pasó a la segunda botella me vino la desolación, pues la perspectiva del almuerzo era claramente sin vino. Traté de consolarme con la idea de un posible acompañamiento con tequila, al menos a la altura del plato de fondo. Pero nada de eso iba a ocurrir.
En la mesa había exclusivamente Coca Cola, media docena de robustas botellas, y eso significaba que estábamos condenados a hacer todo el almuerzo con el brebaje gringo. Era una bebida que yo no practicaba para nada, no por principios antiimperialistas, sino simplemente porque me caía mal a la digestión. Además, chileno acostumbrado desde muy joven al vino y a la chicha de uva o de manzana, me parecía un atentado cultural asociar la Coca Cola a la gastronomía. Ataqué sin embargo el almuerzo con la firme decisión de resistir. Cuando llegamos a la altura del tercer plato, puerco a la manera de Apatzingán, después de haber pasado por los cueritos, por el chorizo de Coalcomán y por un par de taquitos, yo estaba atorado y casi desesperado y tal vez la dueña de casa, mujer muy atenta y de mirada inteligente, se dio cuenta de mi inconfortable situación, pues luego de cruzar una mirada conmigo preguntó si a alguien no le vendría bien un poco de agua para acompañar el asado. La adorable señora parecía haber entendido todo porque muy luego, con los postres, nos ofreció paralelamente una gran tasa de café. El dueño de casa, por su lado, en lo que yo quise bien imaginar como compensación a su malentendido inicial, nos ofreció un brindis con una tequila de gran calidad. Las cosas habían entrado en su orden, la digestión estaba salvada, la interculturalidad había sido negociada y por la tarde íbamos a poder continuar nuestra visita al paraíso de la fresa…
Antes de despedirnos nuestro amigo nos ofreció otro vaso de tequila, eso que en Chile se llama el “vaso del estribo”, el cual aceptamos con la seguridad que así no íbamos a faltar a la gentileza de nuestro anfitrión. El consumo de la Coca Cola en México era verdaderamente impresionante, no solamente en las ciudades sino también en los campos: bastaba leer o escuchar la cuenta de gastos en la contabilidad de una organización campesina o en los presupuesto familiares para darse cuenta de la importancia de tal bebida en las cifras totales.
La dominancia del brebaje americano no parecía tener otro contrapeso que en el fuerte consumo de tequila, el alcohol salido de la fermentación del producto salido del agave. La variedad empleada agave tequilana , que se produce particularmente en los Estados de Jalisco, Michoacán y Guanajuato y Tamaulipas. Si los habitantes autóctonos, que no conocían la destilación de los alcoholes lo bebían en plena fermentación, es decir bajo forma de pulque, fueron los españoles quienes introdujeron el proceso de destilación en el siglo XVII obteniendo un aguardiente de calidad. En sus diversas calidades (blanco, añejo o reposado) la tequila es un producto caro, casi inaccesible a las capas modestas de la población, las cuales consumen otros alcoholes de menor calidad. El consumo de alcohol, en todo caso, es generalizado en México bajo todas sus versiones y es la fuente de muchos actos de violencia y de crímenes de todo tipo y entre un mal ( el brebaje americano) y otro (los alcoholes) me quedo siempre con la tequila, sobre todo si es Herradura u otra de buena calidad.