PAIS ENFERMO DE INDIGESTION TERRITORIAL

TRANSFORMEMOS EL ESTADO UNITARIO

La manera como se concibe y gestiona el conjunto del territorio nacional está hoy en el centro mismo de la mayor parte de la contestación ciudadana al tipo de desarrollo no sustentable impuesto por el sistema político centralizado. En la experiencia de la democracia griega de la antigüedad quedó ya bien demostrado, en particular por Clístenes “el ateniense”, que el cruce de las nociones de sistema político y territorio estaban en el centro de las posibilidades de estabilidad social, del respeto de la naturaleza y de la buena gestión y honesta utilización del tesoro público. La proximidad territorial de gobierno y habitantes se ha demostrado desde entonces la mejor manera de administrar la sociedad y de vivir en paz al interior de las fronteras.

Desde la mitad del siglo pasado se han ido acentuado en Chile los síntomas de un malestar que responde a la imposibilidad de seguir viviendo bajo un modelo de gestión del territorio y de poder extremadamente centralizado creado a la medida de los intereses del latifundismo de Chile central, pero que a partir de los años 1960 entró en crisis con la reforma agraria y de allí para adelante no ha hecho mas que ganar a la vez en rigidez y en astucia legal para mantenerse vigente. Se puede perfectamente argumentar que el modelo de gestión centralizado del poder estuvo en el centro del desastre político de los años 1970, la masa crítica de población politizada concentrada en Santiago fue sin duda la causa principal. Recuérdese que en todo el período de la Unidad Popular el clima político estuvo dominado por una tensión cada vez creciente entre los enemigos del gobierno y los partidarios de éste. Las manifestaciones del enfrentamiento fueron diversas y se sucedieron pero el clímax tuvo su epicentro en Santiago bajo la forma de manifestaciones de calle masivas y llenas de agresividad. Durante la mitad de 1973 se trataba sobre todo, en una suerte de engranaje caricatural, de saber cual de los dos bandos en conflicto era capaz de sacar mas gente a la calle: era un poco como si a tus trescientos mil manifestantes yo te opongo medio millón, a tu medio millón yo te movilizo un millón …” todo esto en un contexto de desgobierno y de caos…Hasta que llegaron los militares. La Unidad Popular no había prestado la mas mínima atención al tema de la concentración extrema del poder y en Santiago se iba a decidir la suerte del país.

Los militares jugaron su propio juego una vez en el poder, dejaron de lado el sistema de partidos políticos y comenzaron a operar, mas allá de la violencia empleada, sin saber muy bien la estrategia de desarrollo que iban a poner en marcha y sin saber tampoco muy bien quienes iban a ser sus aliados de la clase media para arriba. Pero lo que si sabían, tenia que ver con el manejo del territorio, espacio privilegiado en la estrategia militar y por eso una de sus preocupaciones primeras estuvo en cuestionar el modo de gestión de la economía concentrada en Santiago y fuera de poner en marcha el proceso de “regionalización” se estuvo discutiendo en los altos mandos la idea de desplazar la capital del país hacia el sur mas particularmente situarla en Puerto Montt, “puerta de entrada a la Patagonia”. Esta idea acompañó los primeros tiempos de la construcción de la carretera austral, proyecto estratégico acariciado por el profesor de Geopoiltica que habia sido el gneral Pinochet, pero después fue abandonada en razón de las rigideces institucionales y el peso de los intereses santiaguinos.  

El proceso de regionalización puesto en marcha por los militares no era tanto la descentralización del poder sino el contexto en que sería posible imaginar un desarrollo global del territorio nacional. La política definida hasta los comienzos de la década de 1980 insistía en crear las condiciones para el desarrollo económico de las regiones. Las reformas aduaneras imaginadas iban en tal dirección e iban a concretarse en el funcionamiento de las "zonas francas", la primera siendo la de Magallanes, inaugurada en el invierno de 1975, que será seguida de otras en los extremos del país. Otra de las novedades de esos primeros años, antes que los militares cedan a los intereses de grandes grupos en acecho, fue la creación de los Bancos de Fomento Regional ( BFR ) que deberían ser entidades financieras combinando sus actividades con los programas de desarrollo económico especialmente industriales de modo que aunque su gestión sea de orden privado "en sus iniciativas debian (deben) buscar ser compatibles con las propuestas oficiales del desarrollo global del país", decía un documento oficial de la época.

La Superintendencia de Bancos autorizaría la creación de estos Bancos específicamente para el financiamiento de proyectos considerados beneficiosos para la economía de las regiones. Es cierto que los capitales con que iban a iniciar sus actividades parecían modestos:  por ejemplo, el Banco de Desarrollo de la Cuenca del Biobío, entrado en funciones a principios de 1975, nació con una contribución de capital privado nacional de 1.500 millones de Escudos (2,.5 millones de dólares) mientras que la contribución extranjera a su capital de base ascendía apenas a 5 millones de dólares. No se hablará mas de estos BFR después de la crisis del boom de los años 1982 y 1983. Lo cierto es que en ese primer periodo de la dictadura era difícil prever el peso territorial que tendrían las nuevas inversiones productivas a que se hacia alusión. Con la salida de crisis del boom se impusieron los grupos económicos y el nerolibralismo tuvo el terreno libre para prosperar.

Los militares dejaron abierta una brecha legal para estimular el desarrollo de las regiones no metropolitanas pero los sucesivos gobiernos de la Concertación y de la Nueva Mayoría han sido incapaces de transformar la brecha abierta al monopolio santiaguino en una gran apertura que cuestionara también la exagerada concentración del poder político en Santiago. Asi llegamos a los días de hoy, donde la sóla promesa importante del gobierno de la Nueva Mayoría es la elección popular del Intendente regional, todo ello en un contexto de funcionamiento de las regiones sin verdaderas competencias y con pocos recursos descentralizados, contexto legal e institucional muy cercano a lo que crearon los militares. Pero los tiempos han cambiado, la contestación regional cuestionando el sistema excepcionalmete centralizado, imposible en los tiempos de la dictadura, hoy se exprime con un vigor cuyos antecedentes remontan a una historia lejana. Los tiempos han cambiado también para las sociedades regionales, el noliberalismo ha provocado una transformacion profunda, cuya manifestación mas importante es sin duda la aparición de una clase media mas numerosa, la existencia de grupos de actores con capacidad de organizacion, con formación suficiente como para asumir tareas de responsabilidad, con espiritu de iniciativa y capacitados para liderear. La mayoria de ellos apoya las contestaciones populares que emergen en los diversos territorios del pais y puede imaginarse que alli hay una fuerza de salud que bien podria poner fin a la enfermedad persistente que aqueja al pais. El periodo actual, de preocupación por una nueva constitucionalidad, deja abierta la perpectiva para proposiciones que miren a diferentes posibilidades de federalismo regional o de autonomias regionales. Para que un dia la descentralización sea realidad se necesita inscribirla como mandato en una nueva Constitución.

Para que la idea de autonomias o de federalismo en diversos grados pueda avanzar, es indispensable superar varios malentendidos. El primero de ellos es que no sería necesaria la federalización del Estado si en una nueva Constitución se estableciera un régimen parlamentarista en vez del conocido centralismo presidencial. Nada que ver: la gestión territorial del poder es una cosa pues se trata de debilitar el poder central a favor de las regiones y localidades, y otra, es el equilibrio entre los poderes del Parlamento y del Presidente de la República, el nivel de este reequilibraje sigue la lógica central bien conocida .

El otro malentendido es la referencia frecuente de algunos analistas chilenos a asimilar el concepto federal al simulacro de federalismo argentino o brasileño, en vez de referirse al federalismo suizo u alemán, o a las autonomías españolas, o al federalismo norteamericano.  

Esterre, 18/06/2016