Para el 2025

OLLAGUE: LA INVENCION DEL FUTURO

Yo tenia una vaga idea de Ollagüe, localidad del altiplano andino no lejos de la frontera con Bolivia, cuando tuve la oportunidad de hacer allí una visita. Era el año 2004. Una estudiante de antropología que asistía a mis conferencias en un diploma de magíster en San Pedro de Atacama expuso durante una sesión de trabajo su intención de preparar una tesis sobre antropología y problemas del desarrollo en Ollagüe. Apuntaba a una proposición de desarrollo local. Iba a realizar una segunda visita allí y la fecha caía en el periodo de mi estadía en San Pedro. Me interesó la descripción del contexto natural e histórico mas que la definición del tema que se proponía estudiar, el desarrollo de la pequeña agricultura y ganadería en las pocas comunidades quechuas de la comuna. Ella misma parecía, por lo demás, no estar totalmente convencida de su elección temática. Le propuse acompañarla para conocer la zona y eventualmente discutir de su tema de estudio que debía terminar en una propuesta de proyecto de desarrollo.

Hicimos la ruta en auto desde San Pedro de Atacama pasando por Calama para dirigirnos hacia el noreste, como quien dice hacia la frontera con Bolivia, siguiendo a distancia la dirección del antiguo ferrocarril de Antofagasta a Oruro en Bolivia. Tres hora de ruta sobre un itinerario lleno de interés y por momentos espectacular, sobre todo a partir de Chiu-Chiu. Una vez en el altiplano, el nuestro itinerario siguió una verdadera “ruta de los salares”, cada uno de ellos presentando tonalidades y luminosidades diferentes según el contenido dominante en sales minerales. En su primera parte, el camino bordea el extenso salar de Ascotán para luego instalarse francamente sobre el salar mismo, sobre cuya superficie mineral hicimos alrededor de 30 kms. Mas allá del borde oriental del salar, el altiplano comienza a escalonarse y aparecen sucesivamente otros salares, a niveles diferentes. Así nos fue posible observar  en toda su belleza, desde lo alto, el salar San Martín  y luego el salar Carcote, para entrar después en el salar Ollagüe que da su nombre a la localidad instalada en sus bordes y en parte sobre la superficie salina.

La llegada a Ollague fue para mi algo difícil de describir: fue como entrar en un vasto y maravilloso escenario circular delimitado a lo lejos y por todos los lados, por una cadena montañosa mas bien baja y amena interrumpida de vez en cuando por la emergencia de picos volcánicos, entre los cuales sobresalía por su altura, el Ollagüe mismo, era como estar en presencia de una decoración teatral. La coloración de ese paisaje en ese momento era entre beige y rojo desteñido contra un cielo azul sin manchas. La superficie blanca con tonalidades azulosas de ese escenario no era otra que la concreción mineral del salar, sobre la cual se levantaba una parte de las viviendas. Al interior de este escenario natural extraordinario tuve de repente la impresión de encontrarme en una suerte de pueblo del Far West en decadencia pues todo lo construido por el hombre parecía estático o al abandono, principalmente todas las infraestructuras antiguas del ferrocarril a vapor de Antofagasta a Bolivia cuyas líneas atraviesan el pueblo. El pueblo es hijo del ferrocarril pues nació como producto de la creación de la ultima estación de abastecimiento de agua y de carbón antes de la frontera con Bolivia, por los años 1880. El trafico fronterizo favorecido por el tren hizo de Ollagüe un pueblo que podía contener a veces una población flotante de hasta seis mil personas.

La tarde de nuestra llegada la ocupamos en visitar el pueblo y sus alrededores, mi estudiante me presentó dos o tres personas con las cuales mantenia contacto para su investigación, nos fijamos sobre ciertas instalaciones del ferrocarril, luego sobre el tipo de construcción, sobre algunas viviendas abandonadas cuya renovación parecía posible, todo eso nos llevo tiempo y yo preguntándome  cual podía ser el sentido de una  investigación allí con vistas al desarrollo local. Olvido decir, que mi estudiante me había informado que una parte de la población de la comuna no vivía en el pueblo sino en las quebradas vecinas del salar, invisibles por la topografía. ¿Quienes eran? Principalmente pastores de origen quechua que vivían de la venta de su ganado y de sus pequeñas huertas donde cultivaban sobre todo papas y algunas verduras y legumbres. Los habitantes del pueblo que no eran funcionarios de algún servicio publico o de la municipalidad vivían sobre todo de la artesanía. Se nos hizo tarde y mi estudiante sugirió que antes de ir al albergue donde debíamos comer y dormir pasáramos a visitar al responsable de la planificación municipal. Era un hombre joven que nos recibió con mucho gusto, nos presentó su señora y luego de un breve intercambio de impresiones ambos insistieron en que debíamos cenar juntos en su casa, para continuar la conversación. Ambos no eran nortinos, venían del sur del país pero conocían bien la comuna y la región. Estaban al corriente de la idea de la estudiante de pensar el desarrollo a partir de la pequeña agricultura y de la artesanía en base a la lana de vicuña. La conversación fue larga, desde las ocho de la noche hasta las cuatro de la madrugada.

Al final de nuestro recorrido por el pueblo una cosa estaba clara para mi : toda idea de desarrollo local allí en Ollagüe no tenia sentido si no se ponía en valor el extraordinario escenario natural, el patrimonio representado por las estructuras del antiguo ferrocarril, por las viejas estructura industriales azufreras no lejos del pueblo, el lugar de transito de personas desde y hacia Bolivia, la frecuente presencia de turistas interesados en los salares y volcanes, el carácter farwesteriano del hábitat pueblerino, las habilidades artesanales de la población autóctona. Pero ¿Qué proyecto?, ¿ En torno a qué?

Cuando nuestro amigo responsable del Plan comunal me preguntó lo que yo pensaba del desarrollo de la comuna le respondí que era muy difícil imaginar algo durable con los parámetros usuales del desarrollo rural o artesanal. Lo que se me aparecía como lo mas indicado o lo mas racional era, por paradoja, un proyecto perfectamente utópico: hacer de Ollagüe un centro altiplánico de turismo, pero no fundado en el espectáculo exclusivo de la naturaleza. ¿Pero qué entonces?, me dijeron mis interlocutores. Un centro internacional de festivales de música y danza, occidental y andino a la vez, dije yo con todo desplante. Algo como para pasar del Far West actual directamente al postmodernismo !!! Por ahora no hay nada en este dominio que concite el interés de los turistas que se aventuran por aquí. Los bailes andinos que practican los vecinos con ocasión de la fiesta de San Antonio, celebrada en junio de cada año, y de la fiesta de Nuestra Señora del Rosario de Andacollo concitan el interés exclusivo de los habitantes de la comuna.  

Como soñar no cuesta nada, me puse a exponer el proyecto utópico. El centro internacional de festivales de la música y la danza se fusionaría con lo patrimonial porque su base estructural inicial estaría dada por la  renovación y transformación funcional de las antiguas estructuras del ferrocarril de Antofagasta a Oruro. De cierta manera la presencia de esas estructuras son desde ya un museo al aire libre y su rehabilitación está esperando…Del lado oeste de las líneas del ferrocarril se sitúa la antigua maestranza o hangar que guarda todavía antiguas maquinarias, algunas verdaderas reliquias del ferrocarril a vapor. Hoy en desuso. Su vasto espacio puede dar cabida a una sala de música decorada de objetos patrimoniales, susceptible de recibir una gran orquesta, un ballet o una trouppe teatral. Partiendo de este lado, se puede imaginar que una pasarela aérea por encima de las líneas de tren permitiría acceder a la actual estación no lejos de la cual está el verdadero monumento de Ollagüe : el gigantesco y espectacular estanque de agua de forma cilíndrica, sobreelevado de cinco o seis metros, sostenido por pilares metálicos, un monumento construido con la tecnología de la época de la torre Eiffel en Paris. Al referirme a esta estructura me parecía asistir ya al espectáculo de un restaurante en altura desbordando de luces por sus ventanales circulares. Otro piso, perfectamente constructible, abrigaría oficinas de los servicios turísticos locales.

Saliendo del espacio ocupado por el complejo ferroviario, en el borde sur- occidental del pueblo, una suerte de casa de hacienda en forma de semi-circulo, con un patio delantero donde se encerraban de noche camélidos y mulares podría representar el sueño mismo del arquitecto especialista en renovación. Yo me lo imaginaba reciclándolo en el albergue ideal altiplánico. Tres museos formarían parte del proyecto: el museo precolombino, que existe actualmente como embrión, el museo de las minas azufreras en las ruinas reconstruidas localizadas no lejos de Ollagüe, y por cierto el museo del tren al aire libre. Con él se pondrían en valor las viejas locomotoras y vagones, asi como las diferentes instalaciones que servían para el funcionamiento del tren a vapor, hoy todo eso en desuso porque el carbón fue reemplazado por el carburante diessel.

Está bien pero ¿quien paga todo eso? dijeron mis interlocutores. Buena interrogación digo, porque mirando en redondo localmente no hay ninguna capacidad de inversión. No hay tampoco ningún antecedente de actividad musical y artística permanente en la comuna sobre la cual apoyar aunque sea simbólicamente el proyecto. Fuera de dos ocasiones en el año en que fiestas tradicionales reúnen gente y se producen expresiones artísticas y bailes tradicionales no hay otra cosa. Este proyecto del que hablamos, dije, se construye desde cero como un motor dinámico, mejor aun, como una locomotora de ficción que llega a Ollagüe para convocar a sus habitantes a algo completamente insospechado: a una invención del futuro, a un viaje prometedor en el nuevo milenio. ¿Porqué no imaginar la celebración de dos festivales en el año: un Festival de música Clásica y un Festival de música Andina? Por la atención que prestaban mis interlocutores, tuve la impresión que entraban también en el espacio de las ensoñaciones y se ponían a imaginar la posibilidad de concretización de un sueño hasta ahora insospechado, todo eso entre las dos y tres de la mañana. Hacia las cuatro surgió la pregunta ¿A quien puede interesar un tal proyecto? 

Sorprendentemente, yo no tenia una pizca de sueño, talvez por el efecto de una infusión de coca que me habían ofrecido al pasar por Calama y estaba curiosamente embalado en mis ensoñaciones. De manera que acepté de proseguir con mi historia y dije: primero que nada hay que olvidarse de la rutina del Plan Comunal, aquí estamos hablando de un proyecto estratégico de gran aliento que sale de la rutina y su realización puede durar muchos años, lo importante es ir haciéndolo todo con coherencia, sin apartarse del objetivo final. Hay que asociar mucha gente, muchos esfuerzos, muchas fuentes de financiamiento, por lo mismo el proyecto no es exclusivo de nadie. Hay que asociar empresarios privados, el Estado, organizaciones sociales y culturales de la región.

A mi juicio, les dije, la clave de todo para empezar a poner la primera piedra, está talvez en las manos del empresario Luksic puesto que su firma es propietaria del ferrocarril de Antofagasta a Bolivia y de las infraestructuras del tren a vapor que están hoy en abandono. ¿Porqué no discutir con él? tanto mas que el grupo Luksic se apresta a invertir en un proyecto de tren turístico (Atacama Express) que de realizarse unirá el circuito formado por Calama, San Pedro de Atacama y el altiplano boliviano. El gerente general del Ferrocarril Antofagasta Bolivia presenta este proyecto como un "sueño romántico" para servir a la comunidad y potenciar el turismo de la región. ¿Porqué no amplificar o articular el sueño romántico del tren con el sueño utópico de los festivales musicales altiplánicos? Les recordé que la familia Luksic sostiene financieramente una Fundación Cultural que invierte bastante en proyectos educativos y culturales.

¿Cual podría ser el interés del Estado? Tendría interés en verlo como un proyecto estratégico, a la vez cultural y geopolítico, en razón del carácter fronterizo de la comuna. ¿Qué mejor que aproximar a los pueblos a través de la música? ¿Qué mejor medio de acercar y limar las asperezas entre dos Estados con diferendos históricos? Es decir que a mi juicio, el Estado chileno mataría dos pájaros de un tiro interesándose seriamente en un tal proyecto: activaría efectivamente la integración regional de San Pedro de Atacama, Calama y Ollagüe –tema del cual se habla pero todo parece quedar en el aire- y se fomentaría la integración fronteriza con Bolivia. Hay que enfatizar que Ollagüe, como ustedes bien los saben,  es un corredor de tráfico interregional de cargas provenientes de la minería y de pasajeros de tres países diferentes.

¿Los otros socios posibles? Ellos pueden ser numerosos, dije para terminar: las empresas mineras de la región (cobre, sulfuros, litio, etc.) las cuales encontrarían aquí un medio de dejar algo positivo en la región degradada en sus recursos naturales por arte de sus propios intereses. Luego están los empresarios turísticos de San Pedro de Atacama, de Antofagasta, de Calama y de Santiago. Y todavía mas, a lo mejor hasta el gobierno boliviano se interesa en apoyar el Festival de la música y de la danza andina donde, de todas maneras, estarían presentes sus propios representantes culturales.

Ya estábamos en la claridad del nuevo día, con el desayuno los amigos me ofrecieron una infusión de coca y con ello talvez tenia combustible para pasar una segunda noche en blanco…y ejercitarme un poco mas en la practica de la ensoñación .